viernes, 6 de agosto de 2010

El Bipolar


Cada noche, ella lo esperaba con la cena lista. Él llegaba a la casa muerto de cansancio, pero a pesar de eso, ambos conversaban hasta que él comenzaba a cabecear sobre su taza de café. Con un afecto casi maternal, ella se ocupaba de despabilarlo y ayudarlo a vestirse para ir a dormir. En algunas ocasiones él no se presentaba, pero ella lo comprendía porque era un hombre libre. Al día siguiente él, temeroso, solía presentar una excusa que ella creía por puro amor y devoción.
Eran más de las doce. Mientras su vista se perdía en la llanura, comprendió que esa noche él ya no vendría, y se fue a dormir. En sus sueños vio cosas terribles. Miles de criaturas sombrías la torturaban sin cesar con sus crujidos. Por momentos levantaba la vista y alcanzaba a ver un par de ojos, una mirada tan maligna que la hacía estremecer y le quitaba el aliento. Aquella noche sintió que iba a enloquecer. Se despertó repetidas veces y sentía pánico con sólo pensar en volver a dormir. Cuando lograba conciliar el sueño, los ojos reaparecían y la vigilaban todo el tiempo. Sin amagar un solo movimiento, aquel ser invisible la embestía con su sola presencia.
Al salir el sol, despertó empapada de sudor y con el corazón en la garganta. Aquella mañana el diario informaba sobre sucesos extraños y muertes dudosas.
Con la llegada de la noche, también volvió él. Ella lo abrazó con alivio y comenzó a contarle sobre sus pesares. Pero algo había cambiado. Sintió su cuerpo al abrazarlo, pero no había nada dentro de él. No dijo una palabra al verla. Se limitó a inspeccionar el lugar con los ojos perdidos. No parecía agotado, más bien parecía artificial. Cuando por fin habló, dijo que sólo quería irse a acostar. Una cosa era segura: su espíritu le había sido arrebatado.
Pensó que esa noche dormiría tranquila, y se equivocó. Las pesadillas recurrieron, tornándose incluso más crudas y abominables que la noche anterior. Vio una vez más la perversidad de esos ojos clavados en ella, se despertó de golpe y esta vez su pesadilla se volvió realidad. Los ojos que habitaban en su sueño se habían confundido con los de él, que la miraban fijo desde el otro lado de la cama. Su expresión era tan vacía y estática que parecía estar muerto. Prefirió no decirle nada, y volvió a dormir. En estas circunstancias transcurrió un mes. Cada noche que dormía junto a él tenía pesadillas, y cada mañana en que despertaba y se miraba al espejo descubría un nuevo moretón, rasguño o herida.
Una noche él volvió a ausentarse. Ella se encontraba vigilando el horizonte, cuando alcanzó a notar que estaba siendo observada desde la oscuridad. Pudo notar que los ojos le pertenecían a una figura inmensa que se acercaba con cautela. La bestia saltó el tapial, clavó sus garras en el suelo con violencia, y le gruñó con ferocidad mostrando sus colmillos ensangrentados. Se acercó al claro de la luna, donde ella pudo notar con nitidez sus ojos perturbados, su expresión de furia. Sintió sus piernas temblar hasta que no pudo más, corrió hacia adentro y se encerró. Escuchaba sus aullidos y sollozos, podía sentir esas garras inmensas rascando contra la puerta sin descanso. Aquello era tan traumático que a la vez le parecía irreal. Después de varios minutos los ruidos cesaron. Aquel momento la hizo llorar de terror.
Al otro día el diario había traído el mismo tipo de noticias que la vez anterior. Leyó atentamente, y después de meditarlo mucho, logró crear una sospecha. Se metió en la biblioteca y comenzó a desempolvar los libros de cuentos más viejos que pudo encontrar. Luego, comparó esos datos con la información del diario, y con sus propias experiencias. Sentía una mirada clavada en la nuca por cada paso que daba.


Una noche se decidió: se había sentado a esperarlo. Había investigado lo suficiente, y estaba segura de lo que estaba pasando. Su figura negra se plantó frente a ella, la luz de la luna llena iluminaba sus ojos enrojecidos de cólera. Muerta de miedo, ella se atrevió a desafiarlo. No tenía la menor idea de cómo saldría ilesa: darle muerte al ser más querido es el destino inevitable de todos los hombres lobo.

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