En una opinión personal, el
límite sí existe –o debería existir, puesto que muchos medios gráficos no
conocen limitaciones-, sin embargo se trata de una delgada línea que comprende
una gran proporción de imágenes que sí son publicables, frente a las pocas que
no lo son.
En este último grupo, se
encuentran aquellas que resultan ser demasiado controvertidas para la opinión
pública. Es decir, aquellas que la media de las personas tildaría de
perturbadoras o demasiado sensibilizadoras como para ser difundidas de manera
masiva.
Por supuesto que los factores
que generan aprensión en un individuo son completamente subjetivos e inherentes
a cada uno de ellos. Un lector puede sentir escrúpulos al ver sangre, personas
heridas de gravedad o muertas, mientras que a otro puede no causarle ninguna
impresión en particular, a menos que se trate de un animal sufriendo o en las
mismas condiciones. En mi caso particular, esto último es lo que más afecta mi
sensibilidad. Es por eso que considero que, en los casos enumerados
anteriormente, es necesario respetar ese delgado pero significativo límite que
existe para la publicación de las imágenes. Y esta regla debe aplicarse tanto a
los medios gráficos como a las redes sociales, en las cuales a veces se tiene
la intención de concientizar a través de fotografías sumamente perturbadoras
que sólo fomentan el morbo sin cumplir en realidad con su objetivo original.
Otro caso de imágenes que pueden
desagradar a la sociedad radica en la exhibición de la desnudez con fines
publicitarios o sensacionalistas. En ningún caso creo que este tipo de
publicaciones deberían evitarse, debido a que afectan a una pequeña porción de
la población, en especial a quienes siguen al pie de la letra los criterios de su
religión o poseen una moral muy ortodoxa. En la actualidad, este sector cada
vez tiene menos poder de influencia en la opinión pública, por lo cual estoy de
acuerdo en que no deberían ser tenidos en cuenta a la hora de definir los
mencionados límites.
No ocurre lo mismo cuando se
trata de desnudez en niños. No lo considero un estilo de fotografía al natural, sino una provocación que induce a los
infantes a una sexualidad temprana que puede ser perjudicial para su desarrollo.
Un ejemplo son las polémicas fotografías tomadas a Brooke Shields a los diez
años, en las cuales se la puede ver completamente desnuda, maquillada como una
mujer adulta y en una posición sugestiva.
Al momento de decidir si
publicar una fotografía o no, en un 90 por ciento de los casos se debe pensar
en términos meramente informativos, y en el valor agregado de sustento y
credibilidad que una imagen le otorga a un artículo periodístico. Sin embargo,
en el resto de los casos es necesario ponerse en el lugar de los lectores y
evaluar el impacto que tendrá en la opinión pública. Como se dijo
anteriormente, es una delicada línea la que divide ambas situaciones, y es
necesario acarrear años de experiencia en la materia y tener suficientes dosis
de criterio y sentido común que permitan discernir entre lo que se debe
publicar o no.
Existen fotografías
muy fortuitas, tomadas en el momento justo y en el lugar preciso de los hechos,
las cuales por más perturbadoras que puedan llegar a resultar, merecen ser
compartidas con la comunidad. Un ejemplo es la imagen tomada por Eddie Adams
que muestra el asesinato por parte del jefe de policía de Saigón de un
guerrillero del Vietcong. Este caso particular también sirve para ejemplificar
que cada fotografía –en especial las de esta índole- debe ser publicada junto a
un contexto que la explique en su totalidad, porque se dice que una “una imagen
vale más que mil palabras”, pero lo que transmiten varía según quien las
contemple. Es por esto que si se encuentran aisladas de epígrafes o textos
explicativos, pueden dar lugar a malos entendidos, tal como ocurrió con la
fotografía de Eddie Adams.
En otros
casos, no necesitan contextualizarse porque hablan por sí mismas, tal como “La
niña y el buitre”, la cual retrata la situación de pobreza extrema del
continente africano, sea cual fuera su verdadero contexto.
Un buen ejemplo de imagen que
hiere la sensibilidad de la población es la de la mano mutilada tomada el 11 de
septiembre entre las ruinas del World Trade Center que fue publicada por el New
York Daily News. Puede calificarse a esta fotografía de sensacionalista e
innecesaria, debido a que tal vez logre aportar una idea de lo que realmente
significa morir o resultar gravemente herido en una tragedia de estas
características, pero en la mayoría de los casos sólo sirvió para incrementar
el morbo y la curiosidad de los lectores, tal vez ofendiendo y generando
malestar en los familiares de las víctimas.
En conclusión, todas las imágenes
tienen algo para contar. Algunos pueden considerarlas controversiales, quizás
porque temen o lamentan la verdad que se esconde detrás de ellas. En cualquier
caso, quien tenga la posibilidad de compartirlas con una gran cantidad de
lectores mediante su publicación en algún medio, debe hacerlo con criterio y de
manera justificada. Siempre habrá quienes se sientan incómodos, pero no se
puede contentar a todo el mundo. No deben olvidarse que la principal misión es
informar.
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